En su discurso de inauguración del Museo de la Memoria en la ex ESMA, el viernes pasado, la presidenta Cristina Fernández vertió un concepto muy interesante de analizar: se refirió a la protesta social, a los conflictos que hay en Argentina como “aburridos” y cometidos por “grupúsculos que no tienen representación”.
Cabe preguntarse y, si se pudiera, preguntarle, ¿Por qué es “aburrido” luchar por trabajo digno y contra el clientelismo que ellos alimentan día a día con el plan Argentina trabaja? ¿Por qué es aburrido defender la soberanía nacional al exigir el no pago de la deuda para que se invierta ese fangote de plata en educación y Salud? ¿Por qué es aburrido pelear por una distribución de la riqueza para que las pequeñas y medianas industrias y las fábricas recuperadas puedan crecer y desarrollarse?
Estas palabras nos llevan a pensar que la pobreza, los desocupados, el monopolio explotador y los negociados del ministro Boudou con el pago de deuda son divertidos para la presidenta.
En cuanto a la representación, a pesar de las variantes que se pueden tomar para decir si alguien representa a otros, también es una falsedad decir que no representamos a nadie. Desde el momento en que somos miles los que salimos a las calles a pelear contra la entrega y el hambre ya hay representación social, pues nos representamos a nosotros mismos, luchando por nuestros derechos, expresión máxima de la Democracia.
A lo largo y ancho de país esta es la muestra cabal de lo que sucede hoy en nuestro país. “Aburrido” quizás para la presidenta, para nosotros en cambio la fiel muestra de dignidad de quienes luchamos realmente por los intereses del pueblo.
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